
El cubil ( cultura alternativa )
donde encontras escritos, poesias, opiniones,etc...
miércoles, 27 de julio de 2011
viernes, 7 de enero de 2011
Dias.
tenemos todo para ser una potencia, pero nos peleamos por las migajas que nos tiran desde arriba, criticamos y no hacemos nada por cambiar, es curioso que estas cosas pasen, en realidad no es curioso en este país que nos manoseen tan descaradamente en nuestro rostro, no señores la culpa no es del chancho, es nuestra que le damos de comer al poder y después nos llenamos la boca que no somos nosotros. Volví a ponerme los auriculares, pero esta vez para escuchar música, ...y tu cabeza esta llena de ratas... decía un pelado mientras un adolescentes dibujaba un garabato en las paredes... "las paredes son del pueblo", el pueblo ya no lee las paredes pense tristemente.
viernes, 24 de septiembre de 2010
jueves, 23 de septiembre de 2010
El hombre imaginario
El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario
De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios
Todas las tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios.
Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario.
Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario.
Nicanor Parra.
sábado, 18 de octubre de 2008
Pienso en papeles carcomidos por la humedad del rincón del cuarto. Pilas y pilas de ellos, uno sobre el otro, tiempo sobre tiempo.
Esperan, pacientes la doncella de la noche, que sus dedos fríos los toquen, los raspen, los lleve con ella a su caja de madera. Tienen nombres humedecidos, que están junto a la doncella, hacia el camino de la muerte.
Mariano Zirafa.
cuarto
- Hay que salir, ya no hay bebires.
- No, sabes que si salimos nos van a chupar, hay que ser fuertes y aguantar.
- Llamemos a Martín, quizás el nos traiga algo para aguantar unos días antes de escapar.
- Donde carajo estas cuando te hablo, hace días atrás te dije que lo chuparon.
Comenzo a temblar, la braza del cigarrillo era una luciergana encerrada en la oscuridad del cuarto.
- Estamos perdidos si lo chuparon, pronto estarán acá, nos van a chupar, tendremos que irnos.
- Cálmate, Martín no conoce este lugar, no sabe donde estamos, fuma tranquilo, tendremos que calmarnos y pensar bien, no hay que hacer ninguna macana, esta bien.
- ¿Pero como conseguiste este lugar? Decime, así mato mi intranquilidad- la luciérnaga se expande por momentos, se ensancha, mostrando un leve rostro agotado, un rostro conquistado por la barba, solo un instante dura, la penumbra se traga el rostro barbudo, el vapor de luciérnaga golpea el rostro haciéndolo responder con una respiración cortada, una respiración cansada.
- Lo conoce Benjamin, él me dijo de este lugar, no me tires el humo en la cara, sabes que no lo soporto.
- Si lo chuparon a él entonces, sabes lo que nos va a pasar si vienen a buscarnos, la calle habla, aunque los transeúntes mantengan el silencio.
- Benjamin esta en España, hace dos semanas que pudo salir.
- Pero vos lo viste salir, sabes que no podemos confiar en nadie y en nada que estamos solos, ¿que seguridad podes tener?
El silencio fue la caída que produce la tapa del ataúd, anunciando el futuro de su ocupante. La calma se quiebra con una voz fría en la oscuridad del cuarto.
- No lo se, pero espero que este en una corrida y no en lo que comentan, ahora vamos a dormir para calmar el alma.
La luciernaga lentamente fue devorada por la penumbra, las pupilas se acostumbraron a la oscuridad, el olor del tabaco apagado se mezclaba con el aroma a humedad de las paredes. Se miraban, ellos sabían que se miraban, que sus ojos eran arcos y sus miradas eran flechas certeras en sus rostros.
El sueño tardaría en llegar, mezclándose con pensamientos inciertos de lo que vendrá, por momentos el miedo se apoderaba de su mente, el sudor emanaba como hormigas saliendo de su caza, recorriendo con ferocidad la totalidad de sus cuerpos, el estremecimiento del cuerpo inconciente alejaba el ejercito de hormigas.
Tardaron en dormirse, quizás unas cuantas horas luego de su última charla. Sus pensamientos eran igual que el sueño del pájaro encerrado, que acabe su encierro, que se termine todo, sus cuerpos cansados, músculos entumecidos, piel seca y sin vida por falta del padre de la vida. La suciedad del cuarto producía un aroma rancio, pero sus narices se acostumbraron a ese aroma, hacia varias semanas que estában encerrados, para ellos meses, quizás años o lo que es peor siglos.
Una tenue luz ingresaba sin permiso dentro del cuarto, ellos seguían durmiendo profundamente. Sus mentes viajaban lejos de aquella realidad que los ataban al cuarto, algún amor de rosedal, alguna discusión, algún gol gritado por fantasmas, alguna calle, algún callejón sin salida que los sacara al sol, a la luz para no seguir en las tinieblas.
- Buenos días.- desperezándose la voz sonaba fuerte y agresiva-
- Serán para vos, no pude cerrar un ojo pensando que venían en la oscuridad.
- Café no hay más, solo hay un poco de yerba pero nada de azúcar.
- Que novedad, eso pasa por que no queres que salga a buscar cosas, dentro de unos días nos matáremos para comer.
- No seas irracional, esta noche salís a ver que conseguís, ¿te parece?
La sonrisa se dibujo en su rostro luego tantos días de encierro, su rostro era una juguetería, una brillante vidriera mostrando a la ciudad lo último de moda francesa.
- Si, pero a que se debe esa decisión tan repentina, no es de vos ese pensamiento, analizas todo, desde esos libros que leías y nos metieron en este flor de lío, por andar haciéndote el filosofo social- el silencio duro unos instantes y lo pensado se transformo en voz- ya se vos queres que me chupen y así te dejo de joder, ni loco.
- Como quieras desconfiado, saldré yo. Pero te dejo las llaves para que estés tranquilo, ¿te parece?
- Si, mejor si me vas a entregar prefiero tener las llaves en mi poder.
El día transcurrió en silencio, ninguna palabra fue la saeta que lo cortara. Se transformaron en alumnos de Marso, mimo tomando mates amargos, mimo fumando, mimo en el cuarto. Ninguna nota musical, ningún tango que saque del recuerdo las nostalgias de un paso, solo humo, ojos rojos, ojos cansados, olor rancio mezclado con temor, adrenalina de una jugada que el futuro será el juez de lo que vendrá.
La luz se fue apagando, las penumbras fueron ganando terreno en el cuarto, al igual que los nervios. Las miradas se encontraron, pero no chocaron, ellas en cambio se abrazaban, se daban palmadas en los hombros, se daban la mano, mientras los lagrimales se llenaban de agua salada que se retenía y no corría por el cause irregular de sus rostros. Se pusieron de pie, frente a frente, reflejo de espejo casi perfecto salvo por las diferentes imágenes que se reflejaban. Ninguno movió un tendón, ni un músculo, ni un pelo por la despedida.
- Me voy, cerra bien la puerta.
- No tardes, lo que consigas esta bien y… no te olvides del tabaco.
- Se lo que es el tabaco en tu vida, quédate tranquilo, nos vemos.
La puerta se abrió, salió escondiéndose en la oscuridad, a paso lento, él lo seguía por la pequeña abertura de la persiana hasta que se perdió en la boca de la negrura, el sonido de la cerradura indico la acción, tomo la llave apretándola con fuerzas con su mano izquierda.
- Todo listo, ahora se que vendrán, ahora me van a chupar.
Mariano Zirafa.
martes, 22 de julio de 2008
Caricias.
Beber esa dulce miel, miel pura, pura de caricias, de besos perdidos en cuellos secos de amor, sentir tu piel delicada como petalos de rosa con las puntas de mis dedos, erizaba mi espina dorsal, sentir el vacio en mi cuerpo cuando nuestros labios chocaban y no sentir el suelo. Seguir besandola, acariciandola, queriendo recorrer cada parte de su cuerpo, concer cada secreto de el, sentir en candado suave de sus brazos , la caminata nocturna, sentir el rocio en mis labios y nuevamente estrellar mis labios contra los sullos, tomados de la mano, caminamos por cuadras que parecian mas cortas, la parada, la separacion de nuestros labios, pero ellos no querian separarse, querian seguir unidos bajo las nubles grises de la ciudad.
Miguel Ulises.